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Palabras para el futuro

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Tomado de CubaSí

Hace un año, en la clausura del IX Congreso de la Uneac, el presidente cubano Miguel Díaz Canel-Bermúdez recalcó la vigencia de uno de los documentos esenciales de la Revolución Cuba: las Palabras a los intelectuales, pronunciadas por Fidel Castro el 30 de junio de 1961. Ahí el Comandante en Jefe estableció las bases de lo que sería la Política Cultural de la Revolución. Múltiples debates ha suscitado ese discurso, se trata de un documento esencial. Nunca antes se le había otorgado a la cultura un nivel tan determinante en la vida pública y política de la nación.

Fidel partió de la convicción de que todo proceso revolucionario tiene que ser por fuerza un proceso cultural. Palabras a los Intelectuales fue una de las piedras fundacionales del gran entramado institucional de la cultura en Cuba. Fue, de hecho, la semilla de la organización que poco tiempo después fundaran grandes nombres de las artes y las letras nacionales, con Nicolás Guillén en primera fila. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba nació de ese impulso creativo que tenía en Fidel Castro a su principal promotor.

Siempre estuvo con la Uneac, incluso en los momentos más complejos. Cuando se debatieron y se decidieron rumbos para la cultura nacional, en un proceso dialéctico, pletórico de ideas y polémicas. En varios congresos y consejos nacionales de la Uneac estuvo Fidel, escuchando y aportando, estimulando la discusión fructífera, convencido de que el arte y la literatura no eran, ni serán nunca, adjetivos.

Fue en el sexto congreso de la organización cuando expresó esa frase de raigal proyección: lo primero que hay que salvar es la cultura. Han pasado 59 años de aquel encuentro fundacional con la vanguardia de la creación en Cuba, que asumió el reto de articular, desde la esencia renovadora de un proceso revolucionario, una base nueva para el arte y la literatura en el país, que no ignorara, por supuesto, el peso y las realizaciones de una gran tradición, que contribuyera a enriquecerla. Y que al mismo tiempo, pusiera en las manos del pueblo ese caudal extraordinario.

Fue el objetivo fundamental de la política cultural que pensó, junto a muchos, Fidel.

Cultura como derecho de todos los ciudadanos. Cultura para pensar la nación. Para recrearla. Para defenderla. Esas fueron ideas recurrentes en muchos de los encuentros del líder de la Revolución con intelectuales y artistas. Una y otra vez llamó a la unidad de los creadores en torno a un proceso social y político en permanente cambio, a partir de principios irrenunciables.

Confiaba Fidel en las reservas creativas y morales de una organización a la que siempre escuchó y animó. Fidel Castro fue, por derecho propio, miembro de honor de la Uneac.

Gran privilegio el de este país. Su más ilustre hijo, su político más preclaro, José Martí, fue también uno de sus más grandes poetas y pensadores. Fidel Castro, su discípulo, entendió e hizo suyo el pensamiento del Maestro. El espíritu. Sin espíritu, no hay Patria. Sin cultura, no hay Revolución. Esa es la idea meridiana. Es la idea que reafirmó el presidente Miguel Díaz-Canel en la clausura IX Congreso de la Uneac.

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