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Girón, perpetuo escarmiento a los enemigos

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Fuente: 
Periódico Granma

A medida que el tiempo pasa es más evidente la clara lección que dejó la victoria conseguida en ese sureño territorio matancero de Ciénaga de Zapata, cuando el pueblo miliciano fue capaz de enfrentar y vencer a los invasores, a pesar del peso abrumador de sus armas y el apoyo imperialista.

En su plan no tuvieron en cuenta que se encontrarían con un pueblo decidido, el cual, en la desigual batalla, mostró una valentía que hizo recordar la de los mambises de 1868 y 1895. 

Acuérdate de abril, no te olvides de Girón, parece saltar a la vista de quienes todavía, como los mercenarios de entonces, conciben la codiciosa idea de traicionar y agredir a la Patria de Céspedes y de Martí. 

El enemigo estaba bien organizado, bien armado, con un buen apoyo, pero les faltó la razón, la justeza por la causa que defendían, diría el combatiente José Ramón Fernández, al explicar la derrota de la impositiva y traicionera arremetida.

En virtud de ello, aseguró, no combatieron con el ardor, el valor, la firmeza, el denuedo y el espíritu de victoria con que lo hicieron las fuerzas revolucionarias.

Por el contrario, el pueblo, identificado ya con el concepto de soberanía nacional y del socialismo, vistió con orgullo la camisa azul de mezclilla, la boina de verde olivo y se dispuso a combatir, decidido a resistir y vencer la agresión norteamericana.

Al interpretar el significado de aquellos cruciales días para el país, el propio Fernández comentó que se vivían momentos cumbres de patriotismo y fervor revolucionario, y que el apoyo al líder Fidel Castro «mostraba una espiga como nunca antes la había logrado ningún gobernante en el hemisferio».

Y eso último fue la causa fundamental de la derrota mercenaria, subrayó el destacado revolucionario y protagonista de la gesta.

Cuando le faltan ánimos para continuar la marcha, Nemesia Rodríguez Montano, una cenaguera que no logra olvidar la aborrecible invasión, piensa en aquel hombre que audaz y temerario llegó a Girón para encabezar, personalmente, la épica gesta, independientemente del peligro real que ello implicaba.

Esa concepción de Fidel, que no era nueva, sino de la Sierra, como resaltan los historiadores, contribuyó mucho a la alta moral de las milicias y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Fidel había desatado la fuerza del pueblo. Solo así se explica cómo se logró vencer un proyecto tan descomunal y agresivo, que privó de la vida a valerosos cubanos y dejó su huella de sangre en los zapaticos blancos de Nemesia.

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