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Fidel en el mundo, el mundo en Fidel

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Tomado de Granma Digital

Fidel proyectó con gran intensidad a Cuba en el mundo, pero ello no ocurrió de la noche a la mañana, sino que, con el acompañamiento heroico del pueblo cubano y la solidaridad mundial, tuvo que labrar ese camino a contracorriente de las más poderosas fuerzas desplegadas por el imperialismo estadounidense por evitarlo. Cuba, además de enfrentar el cerco económico, las acciones terroristas, los sabotajes, la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos en 1961, las bandas armadas y muchas otras formas de agresión, tuvo que superar el aislamiento diplomático impuesto por Estados Unidos.

En 1958, bajo la dictadura de Fulgencio Batista, la Isla sostenía relaciones con algo más de 50 países en todo el mundo. Para 1964, bajo las presiones y amenazas yanquis, todos los países de la región –excepto México– habían roto relaciones diplomáticas con la Mayor de las Antillas. Sin embargo, ya a inicios de la década del 70 esa situación había comenzado a revertirse hasta llegar al momento actual en que se mantienen vínculos diplomáticos con 197 países e instituciones internacionales. En el exterior Cuba posee 128 embajadas y misiones permanentes, y 20 consulados.

Fue Estados Unidos el que, al paso del tiempo, fue quedando cada vez más aislado en el acompañamiento a su política agresiva contra la nación cubana y, por si fuera poco, año tras año sufre su mayor derrota diplomática en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando el mundo –prácticamente en su totalidad– se manifiesta en contra de las sanciones económicas impuestas por Washington a La Habana. En cada victoria de Cuba en el escenario internacional ha estado la impronta de Fidel, quien, con su excepcional conducción, convirtió a la diplomacia cubana en una de las más activas y exitosas de todo el orbe.
Fidel comenzó a interesarse por los acontecimientos internacionales desde muy joven. Siguió de cerca todo lo concerniente a la Guerra Civil Española, también conoció profundamente las grandes batallas militares y políticas de la Segunda Guerra Mundial y la reconfiguración del orbe que esta provocó. Su afición por la historia de Cuba y Universal, así como su propia experiencia del contexto que se vivía en la Isla, le hicieron ir creándose una visión del mundo y, al mismo tiempo, asumir una posición rebelde frente a este; rebeldía que adquirió cauce revolucionario una vez que encontró brújula ética y antimperialista en el pensamiento martiano y, más tarde, en las ideas de Marx, Engels y Lenin.

De ahí en adelante, sobre todo a partir de su ingreso a la Universidad de La Habana en 1945, no solo se dedicó a interpretar la realidad circundante, sino también a transformarla. Así comenzó su lucha revolucionaria contra los gobiernos corruptos de la época y por un cambio que liberara a la Isla de la sumisión yanqui. Pero su disputa antimperialista trascendería la geografía cubana, extendiéndose, fundamentalmente, hacia la región de América Latina y el Caribe.

En su etapa universitaria Fidel integró el comité Pro Independencia de Puerto Rico, el comité Pro democracia dominicana, participó en 1947 en la frustrada expedición de Cayo Confites contra el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y en los sucesos conocidos como el Bogotazo, en los que compartió su destino con el pueblo colombiano que enfrentaba a las fuerzas reaccionarias que habían asesinado al líder popular Jorge Eliécer Gaitán.

«Yo en ese momento –recuerda Fidel–, tengo un pensamiento internacionalista y me pongo a razonar y digo: “Bueno el pueblo aquí es igual que el pueblo de Cuba, el pueblo es el mismo en todas partes, este es un pueblo oprimido, un pueblo explotado” –yo tenía que persuadirme a mí mismo, y digo–: “Le han asesinado al dirigente principal, esta sublevación es absolutamente justa, yo voy a morir aquí, pero me quedo”. Tomé la decisión sabiendo que aquello era un disparate militar, que aquella gente estaba perdida, que yo estaba solo, que no era el pueblo cubano, que era el pueblo colombiano, y razoné que los pueblos eran iguales en todas partes, que su causa era justa y que mi deber era quedarme y me quedé toda la noche, esperando el ataque hasta el amanecer».

Asimismo, ya desde aquella época Fidel se había pronunciado a favor del derecho de los panameños a la soberanía sobre el canal interoceánico y el de los argentinos sobre las Islas Malvinas.

Durante su histórico alegato conocido como La Historia me Absolverá en 1953, con el que defendió el programa político que guiaría el proceso revolucionario, también dejó constancia de su compromiso con los pueblos latinoamericanos y caribeños:

«(…) la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos por las sangrientas tiranías que oprimen a naciones hermanas, encontrarían en la Patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo».

Y es que, para Fidel, desde su vocación bolivariana y martiana, la Revolución Cubana debía ser apenas el comienzo de una revolución más profunda, la que debía ocurrir en toda América Latina y el Caribe.

Luego del triunfo del 1ro. de Enero de 1959 se acrecentaría ese compromiso solidario con las causas de los países del Tercer Mundo, incluyendo África y Asia, así como con los oprimidos y excluidos en cualquier punto geográfico del planeta, tanto en el Norte como en el Sur. Jamás Fidel traicionó estos ideales y principios internacionalistas. Para el líder cubano no podía concebirse la política sin ética, y esa fue una idea que practicó también, consecuentemente, en la arena internacional.

En diversas circunstancias el Gobierno de Estados Unidos pretendió negociar con Cuba estos principios o condicionó la posible mejoría de las relaciones entre ambos países, a cambio de que la Isla se retractara de apoyar a los movimientos de liberación en América Latina, Centroamérica o África, retirara sus misiones internacionalistas de Angola y Etiopía, redujera o rompiera sus vínculos con la urss, desistiera de apoyar la causa independentista de Puerto Rico y muchas otras exigencias, solo para estrellarse una y otra vez contra la dignidad de Cuba y de Fidel.

La resistencia y los logros de Cuba, en seis décadas de Revolución, a pesar de la hostilidad permanente de los distintos gobiernos de Estados Unidos, en su de­sesperación por destruir el «mal ejemplo» cubano, sigue siendo una brecha de esperanza e inspiración para todos los que luchan por cambiar el «desorden mundial» existente.

Sus legados, tanto en ideas como en la praxis revolucionaria, trascienden las fronteras de la Isla. Podemos encontrarlo con mucha fuerza en África, «la causa más bonita de la humanidad», al decir de Fidel. No en balde, en julio de 1991, Nelson Mandela visitó La Habana y rindió sentido homenaje a la colosal y hermosa epopeya cubana de solidaridad con los pueblos de África: «Hemos venido aquí», dijo, «con el sentimiento de la gran deuda que hemos contraído con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba puso de manifiesto en sus relaciones con África?».

También en América Latina y el Caribe el papel de Fidel y Cuba ha sido muy destacado en la puja por el na­cimiento de un mundo nuevo, diferente y superior al existente. Con avances y retrocesos, la historia del continente nunca será igual después del paso victorioso de Fidel Castro y la Revolución Cubana. El rasguño en la piedra de la dominación yanqui continúa abierto y resulta inexorable su profundización. Luego del triunfo cubano, las luchas y experiencias revolucionarias se multiplicarían al sur del continente; ejemplo de ello serían la que encabezaría Salvador Allende en Chile, el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979; y, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1999, la llama redentora alcanzaría una fuerza inusitada.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fueron parte de las principales creaciones y alternativas integracionistas de esa nueva época, sin la presencia ni el control de Estados Unidos, en las cuales estuvo también la contribución notable del Comandante en Jefe, como antes en la creación del Foro de São Pablo, la Red de Artistas, Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad y en la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), iniciativa propuesta por el Gobierno estadounidense para afianzar su dominio económico y político en la región.

Lo mismo pudiera decirse de lo que significaron Fidel y la Revolución Cubana en la historia contemporánea del continente asiático. Sobresale en ese sentido la relación con Vietnam, país al que Fidel y el pueblo cubano brindaron ayuda en momentos cruciales de su lucha por la total liberación, frente a la criminal agresión estadounidense. Fidel Castro sería el primer y único jefe de Estado que visitara Quang Tri en septiembre de 1973, zona liberada del Sur, en plena guerra. Allí, en gesto de especial simbolismo, alzó la bandera del frente de liberación junto a los combatientes vietnamitas.

«Y en el pensamiento del Che y de los que con él cayeron gloriosamente en Bolivia –expresaría Fidel, el 3 de junio de 1969–, entre sus motivaciones, estaba ocupando un lugar importante el sentimiento de solidaridad hacia el pueblo de Vietnam. De manera que al caer no cayeron solo luchando por la libertad de los pueblos de América: ¡Cayeron también, derramaron su sangre también por la causa del heroico pueblo de Vietnam!».

Para amigos y también para no pocos de sus adversarios, Fidel es recordado como uno de los estadistas mundiales más destacados de la historia, muchas veces profético sobre problemáticas globales que, más allá de ideologías y sistemas políticos, conciernen a toda la humanidad, como pasajeros que somos todos de un mismo barco.

«Luchamos por los más sagrados derechos de los países pobres –destacaba Fidel–; pero estamos luchando también por la salvación de ese Primer Mundo, incapaz de preservar la existencia de la especie humana, de gobernarse a sí mismo en medio de sus contradicciones y egoístas intereses, y mucho menos de gobernar al mundo, cuya dirección debe ser democrática y compartida; estamos luchando –casi puede demostrarse matemáticamente– por preservar la vida en nuestro planeta».

En el marco de las Naciones Unidas, en el Movimiento de Países No Alineados, cumbres iberoamericanas y otras reuniones de relevancia internacional, Fidel alzó su voz para denunciar o abordar temas como: la paz; el desarme nuclear y armamentístico; el sistema capitalista e imperialista, así como el colonialismo cultural que este genera; la lucha contra la desigualdad, la discriminación, el hambre y la miseria; el irrespeto al derecho internacional y a la Carta de las Naciones Unidas; la defensa del medioambiente y la supervivencia de la especie humana; los derechos humanos y su manipulación política; la defensa de los pueblos originarios, sus identidades y culturas; el robo de cerebros; la injusta e impagable deuda externa de los países de América Latina y el Caribe; el neoliberalismo, como expresión del capitalismo salvaje; la necesaria integración de América Latina y el Caribe; la defensa del multilateralismo y la necesidad de democratizar el sistema de Naciones Unidas; entre muchos otros. Sus ideas sobre estos tópicos poseen total vigencia y se convierten hoy en banderas de lucha, sobre todo, cuando vemos la vertiginosa agudización de muchas de las problemáticas que están poniendo en riesgo la sobrevivencia misma de la especia humana y, sobre las que, una y otra vez, llamó la atención el Comandante y convocó a un cambio urgente de paradigma civilizatorio, donde realmente se colocara al ser humano en el centro de todos los procesos.

Sin duda, Fidel sigue y seguirá viviendo en cada victoria del pueblo cubano, así como en ese espíritu rebelde y optimista que, a la hora de enfrentar cada obstáculo, lo caracteriza. Sus ideas no solo constituyen un referente para los revolucionarios cubanos, sino para los que luchan en cualquier rincón del mundo.

Fuente: 
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