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Fidel, comandante de la verdad y la justicia.

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Fuente: 
Dirección de Comunicación Institucional

Despertar en un país que sostiene su desarrollo pensando en el ciudadano, es un privilegio que disfruta cada cubano al comenzar su día. Tenemos muchas razones para sentirnos orgullosos de ser cubanos, y compartir entre todos el sueño cumplido de nuestro eterno Comandante en Jefe.

Fidel sintió el dolor del campesino, y al campesino le dio la tierra que siempre trabajó y a la que nunca pudo aspirar; supo leer la frustración y el desamparo en los ojos del analfabeto, e impulsó la Campaña de Alfabetización. Rechazó de manera enérgica la explotación y por eso fundó un país basado en el trabajo justo, noble, donde el obrero fuera siempre escuchado y gozara de representación. Fue ese mismo Fidel el que impulsó la nacionalización de la industria como paso imprescindible para que Cuba dejara de ser desangrada desde el Norte, el que declaró para el mundo el carácter socialista de la Revolución Cubana, radicalizando así la postura de la sociedad que para el bien de todos se edificaba en la Isla.

Subió a un tanque en Girón porque sabía que los milicianos se batían cara a cara al enemigo y él debía estar allí, nadie pudo detenerlo. Tampoco pudieron frenarlo cuando Flora, hacía sus estragos en el territorio nacional, y a riesgo de su propia vida salió a dirigir personalmente las acciones de rescate y salvamento de su pueblo, de ese pueblo que confiaba tanto en él. Cuánto amor hacia su gente tenía aquel hombre inmenso, que recorría los hospitales cuando el dengue hemorrágico arrebataba vidas.

Compartió siempre el dolor de las familias cubanas enlutadas por los actos terroristas más crueles, y desde su verbo encendido transmitió, en cada uno de esos difíciles momentos, la confianza y la seguridad de que cada vida arrebatada era un motivo para abrazarnos, cada vez con más fuerza, a la libre determinación que como pueblo teníamos para elegir nuestro camino, y convirtió cada tribuna, nacional e internacionalmente, en un espacio de denuncia para desenmascarar a quienes bajo la piel de salvadores del mundo, ocultaban el odio infinito por los países capaces de sacudirse siglos de dominación.

Fidel nos enseñó que un pueblo no puede vivir solo para sí, que solo es verdaderamente grande una Patria que es capaz de darse al mundo, o lo que es lo mismo, a la humanidad. Nos mostró que la solidaridad es un principio ineludible para todo el que se sabe revolucionario y bajo ese principio contribuimos a derrotar al apartheid en África, y con batas blancas hemos recorrido el mundo, devolviendo esperanzas tras fenómenos naturales, regalando millones de consultas a personas sin acceso a los sistemas de Salud privatizados, haciendo frente a enfermedades como el ébola o la terrible pandemia provocada por la expansión del nuevo coronavirus.

Lo vimos abrazar a los niños de Chernóbil, abrirles las puertas de este país para darles la oportunidad de recuperar más que su salud, sus sueños, su sonrisa, tras el terrible accidente nuclear.

Por algo nadie recuerda el nombre de sus enemigos. Es que, como afirmó nuestro Apóstol José Martí: «La capacidad para ser héroe se mide por el respeto que se tributa a los que lo han sido».

Fuente: 
Comunicación Institucional de GECC
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