Una de las más emblemáticas tradiciones asociadas al aniversario de José Martí es la Marcha de las Antorchas. Ocurrida por vez primera en 1953, fue iniciativa de jóvenes que, en un contexto de tiranía, se agruparon para no entregar el centenario del Apóstol ni al olvido ni a la demagogia.

La Marcha de las Antorchas no quedó en 1953. Es, cada año que se realiza, uno de los momentos más patrióticos que vive la juventud de Cuba. Se desarrolla en disímiles lugares del país y su punto de partida más simbólico continúa siendo la escalinata de la Universidad de La Habana.

Desde la tarde, los 27 de enero suelen arribar a ese histórico recinto jóvenes de todos lados de La Habana. Estudiantes de la enseñanza media, de los centros de estudios superiores capitalinos, de las universidades militares, jóvenes trabajadores y gente de los barrios convergen en las proximidades. Al caer la noche, el interior de la colina universitaria está copado. Unos llevan ya la antorcha. Otros procuran obtenerla de las que allí se depositan para ayudar a quienes no llevan.

El tiempo que falta para iniciar la marcha se disipa entre muchos saludos, canciones patrióticas y untar petróleo a la antorcha para su combustión. Instantes antes de la arrancada se sitúan a la cabeza dirigentes actuales y personalidades históricas. La congregación se uniforma y la escalinata vibra con el canto del Himno de Bayamo.

Las llamas se empiezan a propagar de antorcha en antorcha hasta que una capa rojiza rompe la oscuridad de la noche.

Año tras año, son varios miles los participantes de la Marcha de las Antorchas, una marcha que renueva, desde lo simbólico y lo emotivo, las pasiones por una mejor Cuba. Es esta la marcha para conectar con el Apóstol y con la Generación del Centenario; para evocar lo más virtuoso de nuestra historia; para reflexionar qué perseguimos como nación; para iluminar a Martí...