Una nueva arremetida mediática que busca replicar a menor escala el guion desestabilizador del 11 de julio de 2021 se viene desarrollando contra Cuba. Titulares sensacionalistas como “Paro histórico en la Universidad de La Habana” (El Mundo), “Estudiantes extendieron su protesta” (Infobae), “Universitarios en paro” (Diario de las Américas), “El descontento en Cuba estalla en las universidades” (El País), “Estudiantes cubanos protagonizan inusual protesta” (Los Ángeles Times) y “La chispa de un tarifazo prende en Cuba el desencanto político” (EFE) han llenado la prensa internacional, proyectando una imagen de caos y crisis que no corresponde a la realidad. Mientras las universidades cubanas han optado por el diálogo entre estudiantes y autoridades, estos medios, junto con seudomedios financiados por la NED (National Endowment for Democracy) desde Miami, han fabricado una narrativa de protestas masivas y desestabilización, construyendo una realidad paralela.
En 2021, el 11 de julio marcó un punto de inflexión en los intentos de desestabilización contra Cuba. Aprovechando la escasez económica, agravada por el bloqueo estadounidense, y un pico de contagios por COVID-19, actores externos orquestaron protestas amplificadas por redes sociales y medios. Se utilizaron imágenes manipuladas, como las de Egipto en 2011 presentadas como protestas cubanas, y hashtags como #SOSCuba para generar una percepción de crisis total. Cinco años después, en 2025, el guion se repite, pero con un nuevo pretexto: el descontento estudiantil por el aumento de tarifas de internet.
Estudiantes universitarios cubanos expresaron críticas legítimas por las nuevas tarifas de ETECSA, exigiendo conectividad justa y transparencia. Sin embargo, mientras las autoridades universitarias y gubernamentales iniciaban un diálogo para abordar estas demandas, en las redes se transformaron estas inquietudes en una narrativa de “rebelión estudiantil”. Estos titulares no reflejan la realidad: no hubo paros generalizados ni manifestaciones masivas, sino discusiones constructivas. La Federación Estudiantil Universitaria (FEU), aunque inicialmente cuestionó las tarifas, se desmarcó de las protestas construidas, acusando a medios externos de manipular el descontento. Esta distorsión informativa, apoyada en la “realidad aumentada” de redes sociales, busca deslegitimar la institucionalidad cubana y proyectar un país al borde del colapso. Repitiendo tácticas clásicas de la “guerra de cuarta generación”, el objetivo es claro: generar zozobra y presionar a toda la sociedad para que se sume a un movimiento ficticio.
En uno de los puntos de esta campaña, repite Agustín Antonetti, un operador de la derechista Fundación Libertad, conocido por su rol en campañas de desinformación contra gobiernos progresistas en América Latina. Antonetti participó en operaciones de bulos y bots contra Evo Morales en Bolivia y Andrés Manuel López Obrador en México. Su presencia confirma la repetición de un manual diseñado para desestabilizar, financiado desde el exterior y ejecutado con algoritmos que priorizan la desinformación.
El guion del 11J también incluye el uso de figuras públicas para legitimar el discurso desestabilizador. En 2025, artistas extranjeros como Melendi, durante un concierto, ondearon la bandera cubana y exclamaron “¡Viva mi Cuba libre!”, un gesto que, aunque presentado como espontáneo, se alinea con la campaña mediática. Alejandro Sanz, por su parte, emitió un comunicado en X apoyando a la “juventud cubana”, sin mencionar el diálogo en curso en las universidades ni el contexto de manipulación. Estas intervenciones, lejos de ser solidarias, refuerzan una narrativa que ignora la realidad cubana y busca avivar el descontento.
Los congresistas cubanoamericanos de Miami, María Elvira Salazar, Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart, también han jugado un rol clave. En 2021, Salazar acusó al gobierno cubano de “cerrar internet” para ocultar las protestas, una afirmación que acompañó con llamados a la acción. En 2025, los tres congresistas emitieron declaraciones incendiarias, exigiendo sanciones contra Cuba y alentando a los estudiantes a “levantarse” contra el gobierno. Estas posturas, cargadas de cinismo, buscan enardecer el ambiente y justificar intervenciones externas.
Sin embargo, han fracasado. Las protestas masivas no se materializaron, nunca ocurrieron y los medios que tanto reportaron las “manifestaciones” no pudieron publicar ni una sola foto de un estudiante siendo reprimido por la policía. El presidente Miguel Díaz-Canel calificó estas campañas como una “ofensiva brutal” de desinformación, destacando que los propios estudiantes han rechazado esta manipulación. La resiliencia del pueblo cubano y su capacidad para distinguir entre demandas legítimas y narrativas fabricadas por los algoritmos, han frustrado estos planes de desestabilización.
La “batalla de los megas” es otro capítulo de una guerra mediática en los intentos por desestabilizar a Cuba, instrumentalizando el descontento estudiantil para proyectar una crisis inexistente. Los titulares sensacionalistas, las cuentas falsas y las voces de influencers forman parte de un libreto, pero Cuba no se doblega. Este empeño en crear una realidad virtual de caos ha chocado con la verdad: un pueblo que sabrá superar el escollo y en unidad hacer frente a la desinformación y el imperialismo digital. La batalla no es por los megas, sino por la dignidad de una nación que resiste!!
Por CubaporSiempre