He pedido a Ángel López Barrio sus palabras. Él es de esas personas que suelen pasar inadvertidas, jamás lo he oído levantar la voz, trabaja para que se escuchen otras voces. Por eso me sorprendí cuando este 19 de abril vi a Angelito, como todos lo llaman, subir al podio de la Sala Teatro Luis A. Turcios Lima en el Ministerio de Comunicaciones, donde trabaja hace más de 40 años, y lejos de arreglar los micrófonos o ayudar a alguien que fuera a hacer uso de la palabra, leer dos pliegos escritos a mano.
¿Qué dijo este hombrecito, pequeño, delgado y blanco en canas, que hizo ponerse de pie a todos, y aplaudirlo largamente?¿Por qué hombres y mujeres, jóvenes y viejos se emocionaron al escucharlo? Él no cantó un bolero ni engoló su voz, solo dijo, nervioso y entrecortado, lo vivido por él durante unas horas de 1961, el año en que nació Barack Obama y se fundaron los Rolling Stones.
Angelito y los que lo aplaudieron, como un cubano más, tal vez estén ahora mismo en una parada esperando un ómnibus, recogiendo un nieto a la salida de la escuela, o comunicándose con un ser querido a través de Internet, no viven «atrapados por la historia», solo no están dispuestos a olvidarla:
«De tantas anécdotas les quiero contar la relacionada con el privilegio de estar en combate junto al invicto Comandante Fidel:
«En camino para San Blas, tuvimos el primer bombardeo de la aviación mercenaria, perdimos a muchos compañeros y contábamos con algunos heridos, entre ellos, yo. Nos sacaron en un yipi con el compañero Tomassevich, jefe de operaciones en la zona. Llegamos al Central Australia, ahí, en la sanitaria, fuimos atendidos. Luego llegó la noticia de que Fidel estaba en la Oficina del Central y hasta allí llegamos, los que podíamos caminar. Al verme me preguntó:
«-¿Muchacho, qué edad tienes?
«- 14, le contesté
«-¿Y tu fusil?
«Tomasssevich trata de explicarle… en un gesto, el Comandante, se saca del cuello la metralleta que llevaba y me la entrega.
«-¿Vas a seguir combatiendo?, me preguntó
«-Claro que sí, le respondí
«Al poco rato, salimos del Central Australia con el batallón de la policía, junto a Efigenio Ameijeiras hacia Playa Larga. Dos combates inolvidables y lllegamos el 19 al mediodía a Girón. Ya los mercenarios trataban de escapar, y un cañón autopropulsado apuntaba a un barco que trataba de huir. Fidel, que estaba allí, dice: «No se pueden ir», subió al cañón, disparó, dio en la proa, se tiró al piso y me dice: «Muchacho, ganamos.» Sus palabras jamás se pueden olvidar.
«El 21 de abril regreso a La Habana con mi batallón 117, hoy mi ametralladora está en el Museo de la Revolución. Eso para mí es de mucho orgullo.
«Permítaseme decirle a esta juventud que los viejos combatientes estaremos junto a ellos para seguir levantando las banderas del socialismo.
«¡Viva Fidel!
«¡Viva Raúl!»